martes, 7 de octubre de 2014

Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique

Jorge Manrique nació hacia 1440 en la villa de Paredes de Nava (Palencia). Partidario del príncipe don Alfonso y después de doña Isabel, obtuvo uno de los trecenazgos de la orden de Santiago, de la que fue maestre su padre. Ardiente partidario de la Reina Católica, murió pelando por ella frente al castillo de Garci-Muñoz, en 1479.
La obra de Jorge Manrique, breve y excelsa, está formada por el Cancionero, donde se reúnen composiciones amorosas al gusto alegórico de la época, unos motes o esparzas, y hasta algunas coplas burlescas. Es una poesía de cancionero basada, por lo general, en juegos de palabras, conceptismo e ingeniosidad (ver apuntes de lírica culta de siglo XV).
Pero la más famosa de sus composiciones es la titulada Coplas a la muerte de su padre. Compuesta de 40 coplas de 12 versos cada una, están dedicadas a ensalzar, en parte, la figura de su padre, y en parte a mostrar lo breve de nuestra vida y lo huidizo de los bienes temporales.

Las coplas a la muerte de su padre
Representan una obra culminante, el más alto logro de la poesía medieval española. Y el acierto no radica en el grupo genérico (que es el planto  medieval), ni en su interpretación (suma de tópicos sobre la poquedad humana, reunidos con la consideración, rudamente igualitaria, de las Danzas de la muerte). 

El acierto se encuentra en el logro de una tensión poética extraordinaria en la expresión de un dolor que es común a cada hombre. 
Dos clases de elementos, unidos en armoniosa síntesis, informan del contenido de las Coplas: elementos medievales y renacentistas. Partiendo del concepto medieval de la existencia, Manrique considera nuestras vidas como ríos, y en nuestro tránsito por el mundo debemos esforzarnos por hacer buenas obras para ganar el cielo. La fugacidad de los bienes temporales, las meditaciones en torno a la muerte, la tristeza y el dolor, temas familiares a la Edad Media, alcanzan en Manrique su más perfecta expresión.
Pero mientras el hombre vive debe luchar por la gloria terrenal, por llegar a ser un héroe, un gran capitán, como el poeta presenta a su padre, comparándole con los más famosos capitanes y emperadores de la antigüedad, idea muy del gusto de nuestros primeros renacentistas.
Tradicionalmente las Coplas se han dividido en tres partes:
1- Coplas I-XIII. Muerte como fenómeno natural.
2- Coplas XIV-XXIV. Muerte de personajes históricos concretos.
3- Coplas XXV-XL. Muerte de su padre.
Pero también, como se ha señalado, estas tres muertes llevan consigo tres "vidas": la vida eterna y verdadera, la vida terrenal perecedera, y la vida de fama, presentada como una vía intermedia entre la vida eterna y la perecedera (vida que ofrece consuelo al hombre renacentista). 
A través de estas tres partes, el poema sigue una línea de lo general a lo particular; la muerte se presenta desde un punto de vista general, para terminar particularizándose en el padre del poeta.
Primera parte (coplas I-XIII).
Se exhorta al lector a considerar cuán breve es la vida (lo perecedero de la vida terrenal) y se añaden consideraciones generales sobre la muerte. Emplea la tradición del desprecio del mundo, materializado en los tópicos de la muerte y la fortuna (diosa del azar, maligna). 
Segunda parte (coplas XIV-XXIV).
Se pasa de la muerte universal a concretar la muerte de forma particular, y la ilustra con ejemplos concretos de contemporáneos ilustres cuyas vidas se truncaron. A través de ellos pone de relieve cuán efímero es todo lo humano, desde las riquezas y el poder, a la belleza femenina. 
En esta parte aparece el tema del Ubi sunt? (¿dónde están?), procedimiento muy antiguo basado en la evocación de glorias caducas por medio de interrogaciones, y que servía para hacer hincapié en la fugacidad de la vida e invitaba a despreciar los bienes terrenales. 
Tercera parte (coplas XXV-XL). 
A partir de la estrofa XXV hace su entrada el maestre don Rodrigo, motivo de la composición. En la primera mitad hace un elogio del héroe, sus virtudes naturales y hazañas, después aparece la muerte que dialoga con don Rodrigo y éste acepta con cristiana resignación su tránsito final. 
En esta tercera parte, Manrique nos recuerda que la muerte es inevitable pero puede ser vencida por una vida de honor y de heroísmo que no solo conquista el premio justo en una salvación eterna, sino también el de una vida eterna: el premio de la fama, y esta fama se la va a ofrecer a don Rodrigo la misma muerte. 
La idea que impulsó a Manrique a perpetuar la memoria de su padre con un monumento imperecedero, a recordar al mundo los hechos "claros, grandes", su amor a la "fama", responde a la concepción grecolatina exhumada por el Renacimiento: el hombre sobrevivirá en el recuerdo de las generaciones venideras.

En las Coplas se desarrollan, pues, dos grandes temas:
1- La caducidad de todo lo humano. Para la expresión de la fugacidad del tiempo y la fortuna, y la insignificancia de los bienes terrenos se apoya en el Vanitas Vanitatum del Eclasiastés, y en la utilización de tópicos como el Ubi sunt?
2- El sentido cristiano de la vida, que permite alcanzar no solo la fama, sino también la salvación
Las Coplas se adscriben al género de la elegía, género de gran tradición en las letras castellanas (acordémonos del de la Trotaconventos en el Libro de Buen Amor) y que en la Edad Media aparece bajo los nombres de planto o defunción. 
El estilo de las Coplas es sobrio y sencillo. Apenas hay adornos retóricos, ni complicadas visiones alegóricas, sino una simple exposición que va de lo general a lo particular. Las metáforas que emplea Manrique no son novedosas, ya que tienen abundantes precedentes en la tradición doctrinal y didáctica, donde recursos como la personificación del alma que debe despertar o de las vidas contempladas como ríos eran habituales. 

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