lunes, 22 de septiembre de 2014

La poesía épica y heroica

        Épica proviene del vocablo griego épos, que significa "palabra, vocablo, expresión; relato, canto, canción, poesía". La poesía épica narra el curso de una acción propia de un héroe y el nombre de epopeya sirve para designar el conjunto de todas estas obras y cada una de ellas de una manera general. 
         El origen de los poemas épicos y heroicos en lengua romance reside en el gusto medieval por la narración de hechos gloriosos vinculados a un héroe (El Cid o Rolando) y según Menéndez Pidal, en los cantos bárbaros al calor de la batalla que heredaron de los visigodos. En general responden al deseo de autoafirmación frente a otros comunidades con las que convivían y constituyen el despertar de la conciencia nacional de los pueblos. Así pues, el tema principal lo constituyen las hazañas realizadas por una colectividad, normalmente representada por un héroe, que se siente agredida y que intenta volver a la situación inicial, anterior a la agresión.
          En cuanto al contenido de los poemas, son argumentos en los que personajes nobles, por motivos de su condición, realizan hechos referentes a hazañas de guerras, combates contra enemigos diversos, casos que tocan a la vida social o familiar del héroe central de la obra (vasallaje, amistad, venganza, traición, amor, odio, etc.). Estos poemas siguen una serie de pautas para el desarrollo de la acción: paso de pruebas peligrosas o encarnizados combates para restituir el orden inicial, que había quedado roto por la intervención de un traidor o enemigo. En unos casos, el héroe vence y en otras muere, ya que su muerte en estos casos sirve para que las aguas vuelvan a su cauce. 
          Los poemas se construyen sobre la base del valor del protagonista, capaz de luchar y morir sin el menor asomo de reproches o de queja. El motor de la acción es la lealtad al jefe y a la familia; del respeto a estos dos elementos o del enfrentamiento de los mismos surge una enorme tensión que lleva a un desenlace trágico.   
        
          La épica castellana se desarrolla entre los siglos XII y XIII (durante el XIV está ya en decadencia) a modo de cantares de gesta (gesta significa en latín“hazañas”) cantadas por los juglares. Sus manifestaciones son escasas: el Cantar de mío Cid ,un fragmento del Cantar de Roncesvalles (s.XIII) y el tardío Mocedades de Rodrigo (s.XIV).
          
  Los primeros cantares de gesta fueron difundidos de manera oral por los juglares, intérpretes que recitaban o cantaban los textos ante el público que reunían en torno. Su oficio consistía en entretener a las gentes con todo tipo de habilidades; juegos de circo, músicas, instrumentos acompañantes...
  Los juglares procuraban entretener a estos grupos de públicos con asuntos que fuesen de interés general: la memoria poética de los héroes pasados y presentes, relatos de hechos ficticios, argumentos procedentes de la Iglesia, como vidas de santos, milagros, devociones, etc.
   Estos hombres y mujeres fueron viajeros por razón del oficio y actuaban ante públicos muy diferentes: cortes de reyes y señores, palacios episcopales, villas, aldeas, romerías, peregrinaciones... Ateniéndose a la condición pública de su oficio, interpretaron una gran diversidad de obras, resultando los repertorios así variados. 
          Durante la representación de los cantares de gesta, para evitar la monotonía así como para vivificar o dramatizar ciertas escenas, los juglares acudían a todo tipo de recursos gestuales y técnicas de expresión oral de carácter memorístico: usaban el estilo directo sin verbo introductorio, llamaban la atención de los oyentes (¡Aquí veríais quejarse a los infantes de Carrión!) y empleaban multitud de epítetos épicos, es decir, adjetivos y expresiones formularias que ensalzaban a los héroes ("Mío Cid, el que en buen hora nació" o "el que en buen hora ciñó la espada").
          Respecto a la autoría de estas creaciones, existen distintas posiciones: 
           1- La teoría individualista: que argumenta que los grandes poemas existentes son creaciones de poetas cultos, de carácter clerical, que tomaron los datos de fuentes escritas conservadas en abadías o monasterios (el poeta anónimo lo es por casualidad). Es la teoría defendida por el autor francés Joseph Bédier en Les legendes épiques
           2- La teoría tradicionalista: Francisco Menéndez Pidal defiende, en cambio, que el cantar es una obra de juglares, sin influencia eclesiástica y de inspiración popular. Al ser patrimonio de la colectividad cada cual lo modificará según su propio criterio y, por tanto, las variantes son infinitas. Para Pidal, el poema es " poesía no sólo para todos, sino también obra de todos, poesía colectiva creada por la labor sucesiva de varios poetas anónimos". 
          Como ya hemos mencionado son pocos los cantares de gesta castellanos conservados (8.000 versos en España, frente a 1 millón en Francia); sin embargo, sabemos de muchos desaparecidos a través de las crónicas. Teniendo en cuenta toda la materia, Menéndez Pidal ha logrado distinguir distintos ciclos: el de don Rodrigo (cantares que hacían referencia a la pérdida de España en la época visigoda y la conquista de los musulmanes); el de los Condes de Castilla (que narran la creación del reino de Castilla y tiene como héroes a los primeros condes castellanos); el del Cid (aparece la figura del Cid como héroe nacional frente al invasor musulmán); y el Carolingio ( en torno a las gestas heroicas del emperador Carlo Magno y en especial de su sobrino Roldán, al que hace referencia El Cantar de Roncesvalles, del que se conservan 100 versos).
         Los cantares de gesta viven su momento de mayor apogeo entre los siglos XII – XIV; a partir del s. XV comienzan a decaer hasta desaparecer siendo, en cierto modo, sustituidos por los romances y las novelas de caballerías.
         En cuanto a la forma, el poema épico está construido por una serie ilimitada de versos que se agrupan en estrofas. En la épica castellana el número de sílabas es variable (anisosilabismo) y gira en torno a 14 y 16 sílabas, siendo el verso de 16 sílabas el más habitual. Cada verso se divide en dos partes o hemistiquios haciendo una pausa o cesura en el centro, tras la séptima u octava sílaba. 
          La rima es asonante y monorrima; es decir los versos se agrupaban en estrofas donde los versos tenían la misma rima. Todos estos versos contiguos que tienen la misma asonancia forman una tirada (constituida por un número variable de versos). Cada tirada suele constituir una unidad temática o de acción.  Según Richner, el primer verso de la tirada suele facilitar el nombre del héroe o protagonista, que hace de sujeto de los hechos narrados en la tirada. Del mismo modo, los versos que la cierran suelen expresar un comentario o resumen de los expuesto o en esos versos, o bien la actitud del protagonista. 

Fuentes:
Historia de la literatura española, Juan Luis Alborg. 
Introducción a la literatura medieval española, Francisco López Estrada. 

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