viernes, 26 de septiembre de 2014

El mester de clerecía en el siglo XIV. El Arcipreste de Hita.


El siglo XIV se caracteriza por la crisis política, demográfica y económica. El poder feudal entra en crisis; se produce un fuerte éxodo hacia las ciudades, donde prosigue el desarrollo de la burguesía, comercio y pequeña industria artesanal. Empiezan a ponerse también en cuestión los fundamentos religiosos y morales que se habían impuesto en el siglo anterior y se adopta una moral más vitalista y práctica. El teocentrismo queda sustituida por una visión más conflictiva del mundo, donde las visiones espiritualistas chocan con el deseo de goce de la vida y los placeres terrenales. 
En este contexto histórico surgen textos en donde se combina ambiguamente la moralización y la exaltación de los placeres mundanos, además de la sátira social y política. Y es ahí en donde surge el Libro de buen amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, la obra más lograda de la literatura medieval. Valiéndose de la forma autobiográfica, muy extendida en la literatura árabe, concibió una obra en la que declara su pretensión de enseñar a las gentes. Con esto se encuentra dentro de la corriente didáctica propia del arte clerical. La doctrina está expuesta en un relato en primera persona gramatical y también en una sucesión de ejemplos en estilo impersonal. Lo que dice él es prueba de su experiencia (ha de entenderse en un sentido poético), y así Juan Ruiz enseña y divierte en sus frustradas aventuras, sobre todo de carácter amoroso; ríe y llora a través de las diversas situaciones de la inventada trama, y abre las páginas de su libro a toda suerte de poesía, seria y jocosa, religiosa y profana. 
Pocas noticias tenemos de este ilustre poeta. Sabemos que fue arcipreste de Hita, que su Libro de buen amor fue concluido en 1330 y retocado en 1341; pero desconocemos las fechas de su nacimiento y muerte. 

El Libro de buen amor ha llegado hasta nosotros a través de tres manuscritos primordiales (el de Salamanca, Gayoso y Toledo), pero que presentan una serie de problemas: los tres están incompletos, con omisiones que no suple ninguno, y con errores de copia derivados tanto de la tradición textual como de la intervención de los amanuenses. Ninguno de los tres manuscritos está precedido de título, si bien en 1898 Menéndez Pidal propuso el nombre con el que lo conocemos hoy basándose en varios pasajes del libro, especialmente en la estrofa 933 ("Buen Amor dixe al libro"). 


El hilo conductor de toda la obra lo constituye una autobiografía ficticia del autor. En ella se relatan sus amores con distintas mujeres, todas de diferente origen y condición social: una monja, una mora, una dueña que vio estar orando, una panadera, una mujer de alta posición, varias serranas, etcétera; que finalizan siempre en fracaso (por muerte, rechazo de la dama, engaños del mensajero, violación por las serranas...). En casi todas estas aventuras amorosas el protagonista recurre a la ayuda de un mensajero o alcahueta, siendo la más relevante la figura de la Trotaconventos, personaje heredado de la tradición ovidiana (en el Pamphilus) y que se constituye como el primer antecedente literario de la Celestina de Fernando de Rojas. 
Aparte del relato central, constituido por la autobiografía amorosa, en el libro se interpolan otros materiales:
-Un prólogo en prosa donde Juan Ruiz expone la intencionalidad del texto.
-Una colección de exempla (historietas, chascarrillos y, sobre todo, cuentos y fábulas de animales) utilizados como ilustración o conclusión de una aventura; y que sirven de enseñanza moral o de refuerzo didáctico en las conversaciones.
-Un conjunto de disquisiciones de carácter didáctico (sobre derecho civil o canónico, sobre la confesión, sobre las armas del cristiano), erudito (acerca de los instrumentos que no son aptos para los cantares arábigos) o satírico (contra el dinero, elogio de la mujer chiquita), para apoyar la finalidad docente y moralizadora.
-Una colección de poesías líricas que comprende composiciones profanas (canciones de serrana, cantigas de escolares, de ciego) y piadosas o religiosas (Gozos y Loores de la Virgen).
-Un pasaje alegórico sobre la Batalla de don Carnal y doña Cuaresma, en donde se parodia la poesía épica mediante el enfrentamiento entre dos ejércitos de carnes y pescados. 
-Una paráfrasis del Pamphilus de amore (Historia de don Melón y doña Endrina), comedia elegíaca en latín, del siglo XII, que contaba la seducción de una muchacha, concluida en matrimonio. 
Muchas y variadas han sido las interpretaciones de la crítica respecto a la intención de la obra; desde los que han visto una obra esencialmente moralizante y didáctica, en cuyo caso el uso de fábulas, ejemplos y alegorías no son sino recursos didácticos para dar mayor ejemplo moral; hasta los que opinan que los que predomina en el Libro de buen amor es la vitalidad de su autor y su deseo de divertir y divertirse, utilizando como recurso fundamental el humor. De todas formas, estas dos líneas generales de interpretación no tienen por qué ser contradictorias. 
Los que defienden el indudable carácter didáctico de la obra, sostienen que el protagonista se debate en la obra entre una fe que habría de conducirlo al amor divino y unos instintos eróticos que, exacerbados por la crisis de valores de la época, le arrojan en brazos del amor humano (el loco amor), diseñado como fugaz y pasajero. Se trataría, por tanto, de un didactismo al que se llega a través del exemplum ex contrariis: la conducta reprobable de un personaje, al que no se debe imitar.
Sin embargo, si Juan Ruiz señala, con plena lucidez, lo moral y lo placentero del libro, no ahorra tampoco pasajes en los que aparenta dejar una libertad de interpretación (de ahí también su ambigüedad) y se ocupa de advertir al lector que ha de poner especial cuidado al entender la obra
Juan Ruiz acude a numerosas fuentes al escribir su libro, pero las utiliza reelaborándolas de manera muy personal. En la Edad Media, la literatura didáctica, se apoyaba, además de en los ejemplos y las fábulas, en las citas de autoridad de los autores clásicos y de las Sagradas Escrituras. Pero hay que tener también en cuenta otros antecedentes aportados por las literaturas europea y oriental.
El principal influjo que revela el Libro de buen amor es la tradición literaria eclesiástica de su tiempo, pues Juan Ruiz tenía una formación retórica exigida por su cargo religioso. Los textos más utilizados son, así pues, la Biblia, así como los sermonarios y tratados morales de la Iglesia.
Por otro lado, las aventuras amorosas reciben la influencia de la literatura pseudo-ovidiana medieval que circulaban por toda Europa. La crítica concuerda mayoritariamente en que el Libro de buen amor constituye la parodia de las comedias elegíacas De vetula y Pamphilus, en las que el autor es a su vez protagonista de una historia en la que las aventuras amorosas alternan con la inclusión de poesías relacionadas con los episodios que se representan. Al mismo Ovidio se le atribuyó el De vetula y, aparece, por tanto, como protagonista de las aventuras eróticas de esta obra.  
Juan Ruiz es un excelente poeta y compositor, que domina tanto los recursos cultos como los juglarescos. A excepción de los pasajes en prosa y algunos poemas en arte menor, de las 1728 estrofas que se han conservado, 1500 están escritas en cuaderna vía. En ellas rompe con la rigidez métrica del mester de clerecía y alterna versos de 14 y 16 sílabas, rompiendo además con la regla del consonantismo (pues hay rimas asonantes). 
Juan Ruiz se considera a sí mismo como el primer poeta que versifica en todos los géneros existentes en castellano, incluyendo desde lírica religiosa hasta canciones zejelescas de carácter goliárdico. Así, usa en su libro un lenguaje rico, creativo, de variados registros (desde el popular y coloquial hasta el de la oratoria eclesiástica), de extenso léxico, que incluye términos en árabe andalusí de su época. Se observa también un amplio manejo de las figuras retóricas, tales como los dobles sentidos, antítesis, juegos de palabras, comparaciones e hipérboles. 
En conjunto, la obra demuestra un profundo conocimiento de las pasiones humanas y se caracteriza por un portentoso balance entre la delicadeza y la desvergüenza, logrado por medio de una inteligencia muy fina, ambigua e irónica. Una obra inclasificable, que rompe los límites de todos los géneros literarios y presenta un retablo variado y divertido de la vida humana según la visión de un clérigo del siglo XIV.

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