viernes, 17 de octubre de 2014

Sobre el personaje de La Celestina

Celestina es el personaje más sugestivo de la obra y la protagonista central, no solo por su función en el drama, sino también por el cúmulo de conocimientos y experiencia que atesora y que se revelan en la densidad psicológica de muchos de sus parlamentos. 
Sus conocimientos nacen de una larga experiencia, que le da el dominio de todas las personas y de las situaciones. Pármeno, Areúsa, Melibea caen víctimas del poder de convicción de sus palabras. Con su astucia e inteligencia, posee gran poder sobre las almas, ya que conoce a fondo la psicología de los demás y los controla sin dificultad. Además, Celestina posee una absoluta confianza en el hecho cierto de que la naturaleza humana es corruptible. Ella sabe muy bien que el dinero y la lujuria son los medios más eficaces para estimular y hacer posible cualquier forma de corrupción humana: «Todo lo puede el dinero: las peñas quebranta, los ríos passa en seco; no hay lugar tan alto que un asno cargado de oro no le suba» (III).  
Celestina se configura desde el primer momento como un personaje esencialmente malvado y perverso, «sagaz en cuantas maldades hay», así como estrechamente vinculado a la práctica de la brujería y la lujuria.
Yo te lo diré. Días ha grandes que conozco en fin desta vezindad una vieja barbuda que se dize Celestina, hechicera, astuta, sagaz en quantas maldades hay. Entiendo que passan de cinco mil virgos los que se han hecho y deshecho por su autoridad en esta cibdad. A las duras peñas promoverá y provocará a luxuria, si quiere.
Sus móviles son la codicia, el apetito sexual (que sacia facilitando e incluso presenciando) y el amor al poder psicológico. Representa un elemento subversivo dentro de la sociedad: se siente comprometida a propagar y facilitar el goce sexual. El personaje se nos presenta como un ser complejo: por una parte, es un ser marginado por la sociedad honrada, condenada al delito y al disimulo, cuando no a la brujería; por otra, cumple y ha cumplido una función social importante actuando de medianera para cuantos vicios la sociedad respetable realizaba acogiéndose a sus actos. Antaño fue meretriz, ahora se dedica a concertar discretamente citas amorosas a quien se lo pide al mismo tiempo que utiliza su casa para que las prostitutas Elicia y Areúsa puedan ejercer su oficio. 
Se caracteriza también la Celestina por su gran riqueza lingüística, sus procacidad y sus alusiones obscenas, que contribuyen a configurar la imagen concreta de un personaje complejo. Es un personaje rico en pensamientos y experiencia, lo que le lleva a conquistar con sus parlamentos a todos los personajes, incluso a aquéllos que, en un principio, muestran sus voluntades contrarias.
Así, Celestina trata de corromper a Pármeno reprochándole su inexperiencia en la vida, y seduciéndole con la posibilidad de estimular y satisfacer sus impulsos sexuales. 
CELESTINA.-  Sin prudencia hablas, que de ninguna cosa es alegre posesión sin compañía. No te retraigas ni amargues, que la natura huye lo triste y apetece lo delectable. El deleite es con los amigos en las cosas sensuales, y especial en recontar las cosas de amores y comunicarlas: «Esto hice, esto otro me dijo, tal donaire pasamos, de tal manera la tomé, así la besé, así me mordió, así la abracé, así se allegó. ¡Oh qué habla, qué gracia!, ¡oh qué juegos!, ¡oh qué besos! Vamos allá, volvamos acá, ande la música, pintemos los motes, cante canciones, invenciones y justemos. ¿Qué cimera sacaremos, o qué letra? Ya va a la misa, mañana saldrá, rondemos su calle, mira su carta, vamos de noche, tenme el escala, aguarda a la puerta. ¿Cómo te fue? Cata el cornudo, sola la deja. Dale otra vuelta. Tornemos allá». Y para esto, Pármeno, ¿hay deleite sin compañía? ¡Alahé, alahé! La que las sabe las tañe, éste es el deleite; que lo ál, mejor lo hacen los asnos en el prado.
PÁRMENO.-  No querría, madre, me convidases a consejo con amonestación de deleite, como hicieron los que, careciendo de razonable fundamento, opinando hicieron sectas envueltas en dulce veneno para captar y tomar las voluntades de los flacos, y con polvos de sabroso afecto cegaron los ojos de la razón.
CELESTINA.-  ¿Qué es razón, loco? ¿Qué es afecto, asnillo? La discreción que no tienes lo determina; y de la discreción mayor es la prudencia; y la prudencia no puede ser sin experimento; y la experiencia no puede ser más que en los viejos; y los ancianos somos llamados padres; y los buenos padres bien aconsejan a sus hijos, y especial yo a ti, cuya vida y honra más que la mía deseo. Y, ¿cuándo me pagarás tú esto? Nunca, pues a los padres y a los maestros no puede ser hecho servicio igualmente.
Y en su encuentro con Melibea, una vez que la joven accede a complacer la necesidad de Calisto, que por el momento es un dolor de muelas, Celestina pasa a enumerarle las cualidades y virtudes de su enamorado, comparándolo con una serie de figuras históricas y personajes mitológicos. 
CELESTINA.- ¡Y tal enfermo, señora! Por Dios, si bien le conocieses, no le juzgases por el que has dicho y mostrado con tu ira. En Dios y en mi alma, no tiene hiel; gracias, dos mil; en franqueza, Alejandro; en esfuerzo, Héctor; gesto de un rey; gracioso, alegre, jamás reina en él tristeza. De noble sangre, como sabes, gran justador, pues verlo armado, un San Jorge. Fuerza y esfuerzo no tuvo Hércules tanta. La presencia y facciones, disposición, desenvoltura, otra lengua había menester para las contar. Todo junto semeja ángel del cielo. Por fe tengo que no era tan hermoso aquel gentil Narciso que se enamoró de su propia figura cuando se vio en las aguas de la fuente. Ahora, señora, tiénele derribado una sola muela que jamás cesa de quejar. 
MELIBEA.- ¿Y qué tanto tiempo ha? 
CELESTINA.- Podrá ser, señora, de veintitrés años, que aquí está Celestina, que le vio nacer y le tomó a los pies de su madre. 
MELIBEA.- Ni te pregunto eso ni tengo necesidad de saber su edad; sino qué tanto ha que tiene el mal. 
CELESTINA.- Señora, ocho días, que parece que ha un año en su flaqueza. Y el mayor remedio que tiene es tomar una vihuela, y tañe tantas canciones y tan lastimeras que no creo que fueron otras las que compuso aquel Emperador y gran músico Adriano de la partida del ánima, por sufrir sin desmayo la ya vecina muerte. Que, aunque yo sé poco de música, parece que hace aquella vihuela hablar. Pues, si acaso canta, de mejor gana se paran las aves a le oír que no a aquel Anfión, de quien se dice que movía los árboles y piedras con su canto. Siendo éste nacido, no alabaran a Orfeo. Mira, señora, si una pobre vieja como yo, si se hallará dichosa en dar la vida a quien tales gracias tiene. Ninguna mujer lo ve que no alabe a Dios, que así lo pintó, pues, si le habla acaso, no es más señora de sí de lo que él ordena. Y pues tanta razón tengo, juzga, señora, por bueno mi propósito, mis pasos saludables y vacíos de sospecha
Los antecedentes de esta figura se encuentran en las más antiguas producciones dramáticas. Las obras que más influyen en el personaje de Celestina son El Pamphilus de amore o Comedia de Vetula, y en 
la literatura española, El libro de buen amor y El Corbacho del Arcipreste de Talavera.

Para finalizar, y que se pueda comprender el poder que ejerce sobre los otros personajes con la convicción de sus palabras, escúchese el siguiente parlamento entre ella y Pármeno:




Para un estudio más detenido sobre la psicología del personaje, pinchar el siguiente enlace: ESTUDIO PSICOLÓGICO DE UN PERSONAJE LITERARIO: CELESTINA.

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