viernes, 31 de octubre de 2014

El servicio a una dama en el Amadís y en el Quijote

        Como buen caballero andante, don Quijote tiene que servir a una dama a la que poder encomendarse en todas sus aventuras. En su imaginación surgirá la imagen idealizada de una tal Dulcinea del Toboso que, como descubriremos en nuestra lectura, en realidad corresponde a un personaje real llamado Aldonza Lorenzo, natural del Toboso y labriega de buen ver.
        A continuación, os mostraremos cómo Cervantes utiliza el servicio a la dama y la exaltación y defensa de su belleza como recurso paródico de las novelas de caballerías. Para ello, en primer lugar, observaremos un fragmento del Amadís de Gaula; y, en segundo, veremos la imitación paródica que se realiza en el Don Quijote.

       "—Caballero, yo os tengo por buen mancebo y ruégoos que antes que más mal reci­báis otorguéis ser más hermosa mi amiga que la vuestra.
         —Callad—dijo Amadís—, que tal mentira nunca será por mi boca otorgada. Entonces se fueron acometer y herir con las espadas de tan fuertes golpes, que espanto ponían así a los que miraban como a ellos mismos que los recibían, conside­rando entre sí poderlos sufrir, mas esta batalla no pudo durar mucho, que Amadís se combatía por razón de la hermosura de su señora, donde tuviera él por mejor ser muer­to que fallecer un punto de lo que debía, y comenzó a dar golpes con toda su fuerza tan duramente, que la gran sabiduría ni la gran valentía de herir de espada no le tuvo provecho a Angriote, que en poco tiempo lo sacó de toda su fuerza, y tantas veces le hizo descender la espada a la cabeza y al cuerpo, que por más de veinte lugares le salía ya la sangre; cuando Angriote se vio en peligro de muerte tiróse afuera así como pudo, y dijo: —Cierto, caballero, en vos hay más bondad que hombre puede pensar —Otorgadvos por preso —dijo Amadís—, y será vuestro provecho, que estáis tan maltratado que, habiendo la batalla fin, lo habría vuestra vida y pesarme habría de ello, que vos precio más de lo que vos cuidáis."
Garci Rodríguez de Montalvo, Amadís de Gaula 

         "Y una mañana, saliendo don Quijote a pasearse por la playa armado de todas sus armas, porque, como muchas veces decía, ellas eran sus arreos, y su descanso el pelear, y no se hallaba sin ellas un punto, vio venir hacía él un caballero, armado asimismo de punta en blanco, que en el escudo traía pintada una luna resplandeciente; el cual, llegándose a trecho que podía ser oído, en altas voces, encaminando sus razones a don Quijote, dijo:

       –Insigne caballero y jamás como se debe alabado don Quijote de la Mancha, yo soy el Caballero de la Blanca Luna, cuyas inauditas hazañas quizá te le habrán traído a la memoria. Vengo a contender contigo y a probar la fuerza de tus brazos, en razón de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparación más hermosa que tu Dulcinea del Toboso; la cual verdad si tú la confiesas de llano en llano, escusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela; y si tú peleares y yo te venciere, no quiero otra satisfación sino que, dejando las armas y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y retires a tu lugar por tiempo de un año, donde has de vivir sin echar mano a la espada, en paz tranquila y en provechoso sosiego, porque así conviene al aumento de tu hacienda y a la salvación de tu alma; y si tú me vencieres, quedará a tu discreción mi cabeza, y serán tuyos los despojos de mis armas y caballo, y pasará a la tuya la fama de mis hazañas. Mira lo que te está mejor, y respóndeme luego, porque hoy todo el día traigo de término para despachar este negocio.

          Don Quijote quedó suspenso y atónito, así de la arrogancia del Caballero de la Blanca Luna como de la causa por que le desafiaba; y con reposo y ademán severo le respondió:

        –Caballero de la Blanca Luna, cuyas hazañas hasta agora no han llegado a mi noticia, yo osaré jurar que jamás habéis visto a la ilustre Dulcinea; que si visto la hubiérades, yo sé que procurárades no poneros en esta demanda, porque su vista os desengañara de que no ha habido ni puede haber belleza que con la suya comparar se pueda; y así, no diciéndoos que mentís, sino que no acertáis en lo propuesto, con las condiciones que habéis referido, aceto vuestro desafío, y luego, porque no se pase el día que traéis determinado; y sólo exceto de las condiciones la de que se pase a mí la fama de vuestras hazañas, porque no sé cuáles ni qué tales sean: con las mías me contento, tales cuales ellas son. Tomad, pues, la parte del campo que quisiéredes, que yo haré lo mesmo, y a quien Dios se la diere, San Pedro se la bendiga."

Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha

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