lunes, 29 de septiembre de 2014

La muerte en el Libro de buen amor


Uno de los pasajes más conocidos del Libro de buen amor lo constituye el planto por la muerte de Trotaconventos, la vieja alcahueta que concertaba los encuentros amorosos del autor-protagonista. En el fragmento, Juan Ruiz desahoga su sentir hacia la muerte, enfrentándose a ella e imprecándola por su implacable dureza y crueldad. Para finalizar, realiza el arcipreste unas reflexiones generales acerca de la muerte, reproduciendo algunos de los tópicos que le brindaba la tradición literaria. Así tenemos, por ejemplo:
1-La igualdad de los seres humanos ante la muerte ("a todos te los llevas, diferencia no habrá/ tanto el Rey como el Papa ni chica nuez valdrá").
2-Su ineroxabilidad o inevitabilidad ("Jamás nadie de ti se ha podido esconder").
3-Su implacable dureza y desmesurada cruedad ("no existe en ti el amor, clemencia, ni piedad,/ sino dolor, tristeza, mucha pena y crueldad").
4.La visión macabra ("Dejas el cuerpo yerto a gusanos en huesa").
5.Regida por el azar ("no respetas parientes, señorío, amistad;/con todo el mundo tienes continua enemistad").
6. Paso inexorable del tiempo (tempus fugit): ("el alma la separas del cuerpo con gran priesa/ no está el hombre seguro de tu carrera aviesa").

Desde la antigüedad clásica existía la concepción de la muerte como niveladora de todos los hombres, a quienes hace volver con la igualdad natural con que nacieron. El cristianismo había añadido que con esa igualación se saldaban las vanidades humanas y se abría paso a la justicia divina. En la Edad Media, con las Danzas de la muerte, estas ideas aparecen, complaciéndose en este caso en la caída de los poderosos, en la ruina de la hermosura o en la inutilidad última de las riquezas. Bien es cierto que Juan Ruiz apenas se interesa por el aspecto igualitario de la muerte sino que, como signo de inhumanidad, le reprocha el no hacer distinción de personas: "no respetas parientes, señorío, amistad;/con todo el mundo tienes continua enemistad". Según vemos, la muerte no significa liberación para nuestro poeta, que no le reconoce bien alguno como igualadora. Ante todo la muerte es implacable y pavorosa destrucción. Por ello la parte más vehemente de su planto está dedicada a enumerar los males que acarrea. Nada positivo encuentra en ella ("no existe en ti el amor, clemencia, ni piedad,/sino dolor, tristeza, mucha pena y crueldad"). Nadie puede eludirla; nadie sabe cuándo le llegará, y llegada, no da espera ("Jamás nadie de ti se ha podido esconder/y ninguno ha podido contigo contender"); nadie resiste ver sus efectos: todos huyen del muerto, incluso aquellos que lo amaron en vida. Y no solo causa horror la presencia del cadáver, sino que aterroriza el mero hablar de la muerte o acordarse de ella ("de tu memoria amarga nadie hay que no se espante"). No falta tampoco la descripción de los estragos de la muerte, mencionando aspectos macabros como los gusanos que destruyen el cuerpo ("Dejas el cuerpo yerto a gusanos en huesa").

Fragmento:

¡Ay muerte! ¡Muerta seas, bien muerta y malandante!
¡Matásteme a mi vieja! ¡Matárasme a mí antes!
Enemiga del mundo, no tienes semejante:
de tu memoria amarga nadie hay que no se espante.

Al que hieres tú, Muerte, nadie lo salvará,
humilde, bueno, malo, noble, no escapará;
a todos te los llevas, diferencia no habrá,
tanto el Rey como el Papa ni chica nuez valdrá;

no respetas parientes, señorío, amistad;
con todo el mundo tienes continua enemistad,
no existe en ti el amor, clemencia, ni piedad,
sino dolor, tristeza, mucha pena y crueldad.

Jamás nadie de ti se ha podido esconder
y ninguno ha podido contigo contender,
la tu venida triste no se puede entender;
cuando llegas, no quieres a ninguno atender.

Dejas el cuerpo yerto a gusanos en huesa,
el alma la separas del cuerpo con gran priesa,
no está el hombre seguro de tu carrera aviesa,
de hablar sobre ti, muerte, espanto me atraviesa;

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