viernes, 31 de octubre de 2014

El servicio a una dama en el Amadís y en el Quijote

        Como buen caballero andante, don Quijote tiene que servir a una dama a la que poder encomendarse en todas sus aventuras. En su imaginación surgirá la imagen idealizada de una tal Dulcinea del Toboso que, como descubriremos en nuestra lectura, en realidad corresponde a un personaje real llamado Aldonza Lorenzo, natural del Toboso y labriega de buen ver.
        A continuación, os mostraremos cómo Cervantes utiliza el servicio a la dama y la exaltación y defensa de su belleza como recurso paródico de las novelas de caballerías. Para ello, en primer lugar, observaremos un fragmento del Amadís de Gaula; y, en segundo, veremos la imitación paródica que se realiza en el Don Quijote.

       "—Caballero, yo os tengo por buen mancebo y ruégoos que antes que más mal reci­báis otorguéis ser más hermosa mi amiga que la vuestra.
         —Callad—dijo Amadís—, que tal mentira nunca será por mi boca otorgada. Entonces se fueron acometer y herir con las espadas de tan fuertes golpes, que espanto ponían así a los que miraban como a ellos mismos que los recibían, conside­rando entre sí poderlos sufrir, mas esta batalla no pudo durar mucho, que Amadís se combatía por razón de la hermosura de su señora, donde tuviera él por mejor ser muer­to que fallecer un punto de lo que debía, y comenzó a dar golpes con toda su fuerza tan duramente, que la gran sabiduría ni la gran valentía de herir de espada no le tuvo provecho a Angriote, que en poco tiempo lo sacó de toda su fuerza, y tantas veces le hizo descender la espada a la cabeza y al cuerpo, que por más de veinte lugares le salía ya la sangre; cuando Angriote se vio en peligro de muerte tiróse afuera así como pudo, y dijo: —Cierto, caballero, en vos hay más bondad que hombre puede pensar —Otorgadvos por preso —dijo Amadís—, y será vuestro provecho, que estáis tan maltratado que, habiendo la batalla fin, lo habría vuestra vida y pesarme habría de ello, que vos precio más de lo que vos cuidáis."
Garci Rodríguez de Montalvo, Amadís de Gaula 

         "Y una mañana, saliendo don Quijote a pasearse por la playa armado de todas sus armas, porque, como muchas veces decía, ellas eran sus arreos, y su descanso el pelear, y no se hallaba sin ellas un punto, vio venir hacía él un caballero, armado asimismo de punta en blanco, que en el escudo traía pintada una luna resplandeciente; el cual, llegándose a trecho que podía ser oído, en altas voces, encaminando sus razones a don Quijote, dijo:

       –Insigne caballero y jamás como se debe alabado don Quijote de la Mancha, yo soy el Caballero de la Blanca Luna, cuyas inauditas hazañas quizá te le habrán traído a la memoria. Vengo a contender contigo y a probar la fuerza de tus brazos, en razón de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparación más hermosa que tu Dulcinea del Toboso; la cual verdad si tú la confiesas de llano en llano, escusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela; y si tú peleares y yo te venciere, no quiero otra satisfación sino que, dejando las armas y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y retires a tu lugar por tiempo de un año, donde has de vivir sin echar mano a la espada, en paz tranquila y en provechoso sosiego, porque así conviene al aumento de tu hacienda y a la salvación de tu alma; y si tú me vencieres, quedará a tu discreción mi cabeza, y serán tuyos los despojos de mis armas y caballo, y pasará a la tuya la fama de mis hazañas. Mira lo que te está mejor, y respóndeme luego, porque hoy todo el día traigo de término para despachar este negocio.

          Don Quijote quedó suspenso y atónito, así de la arrogancia del Caballero de la Blanca Luna como de la causa por que le desafiaba; y con reposo y ademán severo le respondió:

        –Caballero de la Blanca Luna, cuyas hazañas hasta agora no han llegado a mi noticia, yo osaré jurar que jamás habéis visto a la ilustre Dulcinea; que si visto la hubiérades, yo sé que procurárades no poneros en esta demanda, porque su vista os desengañara de que no ha habido ni puede haber belleza que con la suya comparar se pueda; y así, no diciéndoos que mentís, sino que no acertáis en lo propuesto, con las condiciones que habéis referido, aceto vuestro desafío, y luego, porque no se pase el día que traéis determinado; y sólo exceto de las condiciones la de que se pase a mí la fama de vuestras hazañas, porque no sé cuáles ni qué tales sean: con las mías me contento, tales cuales ellas son. Tomad, pues, la parte del campo que quisiéredes, que yo haré lo mesmo, y a quien Dios se la diere, San Pedro se la bendiga."

Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha

jueves, 30 de octubre de 2014

Don Quijote de la Mancha, parodia de las novelas de caballerías

        Don Quijote de la Mancha resulta una obra de una gran complejidad temática debido a la abundancia de interpretaciones que ha suscitado a lo largo de los tiempos. Sin embargo, muy pocos desconocen cuál es el argumento.

        Sabemos que Don Quijote es en realidad un anciano hidalgo, cuyo nombre real es Alonso Quijano, y que enloquece tras haber leído las increíbles e inverosímiles aventuras de los caballeros andantes, protagonistas de las novelas de caballerías. Así pues, Cervantes pretende, en primera instancia, realizar una parodia de estas novelas, muy populares en el siglo XVI, resucitando el ideal de la caballería andante en una sociedad muy alejada ya de estos ideales. De esta forma, se produce un choque entre nuestro don Quijote, seco, enjuto y poco agraciado, y la sociedad que le ha tocado vivir. Y de este enfrentamiento surge la risa, la compasión e, incluso, el llanto. Porque don Quijote es un loco pero un loco maravilloso, que busca siempre el bien y la justicia, con el objetivo de "enderezar entuertos y deshacer agravios". 
          Para continuar ampliando información sobre esta obra, os recomiendo los trabajos de don Quijote que aparecen en Tiching y en la página educativa de la Junta de Andalucía. En VEOQUIJOTE pueden verse algunas de las adaptaciones más conocidas a la pantalla.

martes, 28 de octubre de 2014

La prosa renacentista

          Durante el Renacimiento el género de la prosa experimenta también un importante desarrollo. Se cultivan la prosa didáctica y religiosa y, en la prosa de ficción, nos encontramos hasta con seis subgéneros distintos: la novela pastoril, sentimental, bizantina, morisca, de caballerías y picaresca.

 Wordle: novelarenacentista6
         En la siguiente presentación encontraréis una muy buena explicación sobre este tema.


Presentación publicada en slideshare por VeroProf.

lunes, 27 de octubre de 2014

Trivial de lírica renacentista

Para poner en marcha vuestras neuronas, he aquí este trivial con preguntas de la lírica renacentista.
Página extraída de la web testeando.es

domingo, 26 de octubre de 2014

Gocémonos, amado

          Y continuando con el Renacimiento, espero que disfrutéis con la sencillez de estos versos de San Juan de la Cruz, poeta de extraordinaria sensibilidad, que ha trascendido las fronteras temporales para ser, aún hoy en día, comprendido y admirado.


viernes, 24 de octubre de 2014

La mística y la ascética

En la segunda mitad del siglo XVI se produce un fuerte desarrollo de la lírica religiosa en la que sobresalen tres grandes autores: Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús.
Sus obras son un reflejo de su experiencia religiosa y de su relación con Dios, de sus vivencias ascéticas o místicas.
Para entender un poco mejor este tipo de literatura atended a la siguiente presentación:









jueves, 23 de octubre de 2014

El Renacimiento. La lírica del amor

          El Renacimiento, junto con el Barroco, constituye uno de los llamados "siglos de Oro" de la literatura española. Para entender un poco más acerca de este movimiento, aquí os dejo una presentación del contexto histórico social en la Europa del momento para, a continuación, proseguir con el tema de la Lírica del amor, en donde procederemos a observar los principales temas y tópicos más utilizados por nuestros poetas.




miércoles, 22 de octubre de 2014

El mundo de los criados en La Celestina

En La Celestina el retrato de los personajes refleja la crisis de la clase nobiliaria del siglo XV y, por extensión, la crisis del sistema de valores que había sostenido el mundo medieval; así, mientras que Calisto y Melibea son retratados de una manera poco favorecedora para la clase a la que pertenecen; los personajes de baja condición social poseen la misma importancia y tratamiento que los señores. Los sirvientes no intervienen en función exclusiva de la pareja de enamorados, sino que actúan con toda su personalidad y aportan al drama conflictos propios.

En efecto, los personajes populares, con su lenguaje variopinto y descarnado, representan  un importante papel dramático. Pero estos personajes, vinculados a la realidad del cuerpo, a la sensualidad elemental, también presentan divisiones entre ellos. En torno a la Celestina, como fieles criaturas suyas tenemos a Sempronio y a Elicia, que reproducen punto por punto los vicios de su admirada Celestina. Sempronio es cínico, carente de sentimientos morales. Su amante, Elicia, está hecha del mismo material, siendo Sempronio víctima de sus engaños amorosos.


Cobarde, vil, antihéroe, Sempronio se burla de los arrebatos amorosos de su amo. Fomenta el amor de Calisto por Melibea, y hace de intermediario con Celestina, porque piensa que el enamorado es una especie de loco que tira su dinero. Sempronio es el hombre que le corta el cuello a la vieja Celestina (el mal, con el mal muere), pues no quiere darle el botín de la cadena recibida de Calisto. A pesar de su huida, es detenido y decapitado en la plaza como ladrón y asesino.

Por el contrario, Pármeno manifiesta al principio un sentido moral y voluntad de ayudar a su amo para que no caiga en las redes de la vieja Celestina. 
CALISTO.- Pues pido tu parecer, seme agradable, Pármeno. No abajes la cabeza al responder. Mas como la envidia es triste, la tristeza sin lengua, puede más contigo su voluntad que mi temor. ¿Qué dijiste, enojoso?
PÁRMENO.- Digo, señor, que irían mejor empleadas tus franquezas en presentes y servicios a Melibea, que no dar dineros a aquella que yo me conozco y, lo que peor es, hacerte su cautivo.
Pero la juventud de Pármeno y los deseos amorosos de conseguir los favores de Areúsa, le harán cambiarPármeno, arrastrado por Sempronio, embaucado por Celestina, despreciado por su amo, y seducido por Areúsa, acabará corrompiéndose por dinero y por placer. Después de que Celestina deje a Areúsa en sus brazos, se volverá tan cínico como su compañero, llegando a alentar los instintos asesinos de Sempronio contra Celestina ("Dale, dale. Acábala, pues comenzaste, que nos sentirán. ¡Muera, muera! De los enemigos, los menos."), convirtiéndose en un criminal, lo que le llevará a ser vergonzosamente ejecutado por la justicia.
Sempronio es un ser codicioso, egoísta y cobarde, pero que se amolda dócilmente a su condición de sirviente y simula astutamente una fidelidad que no siente. Pármeno comienza siendo honrado y sinceramente fiel, pero termina cayendo mucho más bajo que éste. 

Tristán y Sosia son personajes menores pero no por ello menos importantes. Ambos acompañan a Calisto en sustitución de los criados que habían sido degollados. Entre ellos existe un medido contraste. Sosia lleva un nombre tomado del teatro terenciano y se convierte en instrumento inconsciente de la venganza de Areúsa  Elicia contra Calisto y Melibea. Es bobo y simple.

Tristán es más joven pero más lúcido. Desvela la secreta intención de Areúsa ante las pretensiones de Sosia de creer haber conquistado a la prostituta por haberle contado todo cuanto sabe de los amores de la pareja protagonista. Es leal, virtuoso e inteligente. 

Respecto a la criada de la joven Melibea, Lucrecia es un personaje lleno de debilidades, ansioso de goces y sexo. Lucrecia se deja sobornar por Celestina y se calla a cambio de "una lejía para enrubiar cabellos y unos polvos para quitar el olor de la boca". La falta de Lucrecia procede del hedonismo, o más concretamente, del interés por lo sensual; como cuando canta con gran sensualidad sus canciones, abraza a Calisto cuando Melibea está absorta en sus pensamientos románticos o siente envidia de Melibea cuando ésta hace el amor con Calisto. Sin embargo, su complicidad con Celestina no es de carácter activo y tiene mala conciencia por haberse dejado sobornar. 


En cuanto a Elicia y Areúsa, la obra nos da a entender que serán dignas sucesoras de Celestina. Muertos sus amantes, pronto se les acaba el dolor. La tragedia final de los amantes Calisto y Melibea se debe a la venganza urdida por ellas, más por quedar desvalidas por la muerte de sus amantes y la envidia que le profesan a Melibea, que por verdadero amor hacia ellos.

 ELICIA: Y de lo que más dolor siento es ver que por eso no deja aquel vil de poco sentimiento de ver y visitar festejando cada noche a su estiércol de Melibea, y ella muy ufana en ver sangre vertida por su servicio.
Pero Areúsa y Elicia también tienen sus rasgos distintivos. Elicia es impulsiva, atrevida, de prontos enojos, caprichosa pero también es franca y celosa. Odia a las jóvenes de clase alta y carece de sentido de previsión. Siente un profundo dolor ante la muerte de Celestina. El odio, por un lado, y el dolor, por otro, la mueven a ejecutar la venganza contra Melibea.
 ELICIA:(...) ¡Oh Calisto y Melibea, causadores de tantas muertes, mal fin hayan vuestros amores! En mal sabor se conviertan vuestros dulces placeres; tórnese lloro vuestra gloria, trabajo vuestro descanso; las hierbas deleitosas donde tomáis los hurtados solaces se conviertan en culebras; los cantares se os tornen lloro; los sombrosos árboles del huerto se sequen con vuestra vista; sus flores olorosas se tornen de negra color.
Areúsa tiene casa propia y guarda fidelidad al amante de turno. Se muestra como una mujer inteligente, astuta, mandona y de corazón duro. Ella urde los detalles de la venganza contra los enamorados.
Con respecto a Centurio, resulta una parodia del miles gloriosus de la comedia romana. Incluso el nombre parece sacado de Plauto o Terencio, al igual que su fanfarronería. Es una caricatura divertida sin la complejidad ni el interés psicológico que despiertan los otros personajes.

lunes, 20 de octubre de 2014

Sobre Calisto y Melibea.


Celestina monopoliza el interés dramático y los dos personajes quedan desdibujados ante la fuerza de la vieja. La explicación hay que encontrarla en el hecho de que los amantes están reducidos a meros símbolos de su función: ellos son los instrumentos del amor, de la sensualidad y la pasión. Pero ambos no son tratados con el mismo interés. Calisto aparece con mayor frecuencia que Melibea, posee un carácter mejor trazado y está dotado de una mayor individualización. Esta diferencia puede tener una primera explicación en el aspecto histórico y sociológico: no era posible dar a una doncella encerrada en su casa, apartada de toda la vida, considerada como simple receptáculo y custodia de su honestidad, un carácter socialmente individualizado.
De Calisto sabemos que tiene unos veintitrés años, que es rico y bien parecido, algo calavera y dilapidador de su hacienda. Constantemente da muestras de su floja voluntad y de estar dominado por su pasión (encarna el "loco amor" del que es víctima). En él como en los demás personajes, el impulso de la concupiscencia le convierte en un ser capaz de transgredir todos los principios morales, sociales y religiosos.
SEMPRONIO.- Digo que nunca Dios quiera tal, que es especie de herejía lo que ahora dijiste.
CALISTO.- ¿Por qué?
SEMPRONIO.- Porque lo que dices contradice la cristiana religión.
CALISTO.- ¿Qué a mí?
SEMPRONIO.- ¿Tú no eres cristiano?
CALISTO.- ¿Yo? Melibeo soy y a Melibea adoro, y en Melibea creo y a Melibea amo.
Como personaje literario, Calisto representa la antítesis del caballero castellano del siglo XV; es un ser egoísta que, en cuanto se enamora, se olvida de la moral y se desentiende de la familia y sociedad. Es, también, cínico y de un materialismo rastrero. Su falta de confianza en sí mismo le hace abandonarse a Celestina y justificarse ante los criados, quienes se burlan de la afectación de su lenguaje, constantemente parodiado. 
CALISTO.- Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas del oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplandecen menos. Su longura hasta el postrero asiento de sus pies, después crinados y atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para convertir los hombres en piedras.
SEMPRONIO.- Más en asnos.
CALISTO.- ¿Qué dices?
SEMPRONIO.- Dije que esos tales no serían cerdas de asno.
CALISTO.- ¡Ved qué torpe y qué comparación!
SEMPRONIO.- ¿Tú cuerdo?
CALISTO.- Los ojos verdes rasgados, las pestañas luengas, las cejas delgadas y alzadas, la nariz mediana, la boca pequeña, los dientes menudos y blancos, los labios colorados y grosezuelos, el torno del rostro poco más luengo que redondo, el pecho alto, la redondez y forma de las pequeñas tetas, ¿quién te la podría figurar? ¡Que se despereza el hombre cuando las mira! La tez lisa, lustrosa, el cuero suyo oscurece la nieve, la color mezclada, cual ella la escogió para sí.
SEMPRONIO.- ¡En sus trece está este necio!
En consecuencia, Calisto no es un héroe ni puede tener una muerte heroica (recordemos que muere al caer por unas escaleras).

Melibea se nos presenta mucho menos matizada. Es una doncella de honroso nacimiento, lo que parece suficiente para definirla. El honor y la virginidad son sus únicos bienes. Así, cuando Celestina le revela el auténtico motivo de su visita, entra en cólera contra la vieja.
MELIBEA.- ¡Ya, ya, ya! Buena vieja, no me digas más, no pases adelante. ¿Ése es el doliente por quien has hecho tantas premisas en tu demanda?, ¿por quien has venido a buscar la muerte para ti?, ¿por quien has dado tan dañosos pasos, desvergonzada barbuda? ¿Qué siente ese perdido, que con tanta pasión vienes? De locura será su mal. ¿Qué te parece? Si me hallaras sin sospecha de ese loco, ¿con qué palabras me entrabas? No se dice en vano que el más empecible miembro del mal hombre o mujer es la lengua. ¡Quemada seas, alcahueta, falsa, hechicera, enemiga de honestad, causadora de secretos yerros! ¡Jesú, Jesú! ¡Quítamela, Lucrecia, de delante, que me fino, que no me ha dejado gota de sangre en el cuerpo! Bien se lo merece, esto y más, quien a estas tales da oídos. Por cierto, si no mirase a mi honestidad, y por no publicar su osadía de ese atrevido, yo te hiciera, malvada, que tu razón y vida acabaran en un tiempo.
Es una mujer vehemente que pasa de la resistencia inicial a la entrega absoluta a Calisto sin apenas tránsito de duda. Y es que Melibea, aparentemente, está dispuesta a ceder desde el principio y sus reacciones ante las proposiciones primeras de Celestina están motivadas por la necesidad de salvaguardar el valor social de su honestidad.
MELIBEA: ¿Querrías condenar mi honestidad por dar vida a un loco? ¿Dejar a mí triste por alegrar a él y llevar tú el provecho de mi perdición, el galardón de mi yerro? ¿Perder y destruir la casa y la honra de mi padre por ganar la de una vieja maldita como tú? ¿Piensas que no tengo sentidas tus pisadas y entendido tu dañado mensaje?
La alteración inicial de Melibea es una reacción emotiva frente al peligro social, al perjuicio que la gestión de Celestina le puede acarrear. Lo que ella cuida es su externo concepto del honor: no hay pudor personal ni sujeciones morales. Así, aunque en el soliloquio del acto X Melibea muestra inequívocamente su intención de entregarse al amor de Calisto, a continuación, al llegar Celestina, finge Melibea pedirle solución para alguna enfermedad, jugando metafóricamente con el sentido traslaticio de los padecimientos amorosos.
MELIBEA.- Amiga Celestina, mujer bien sabia y maestra grande, mucho has abierto el camino por donde mi mal te pueda especificar. Por cierto, tú lo pides como mujer bien experta en curar tales enfermedades. Mi mal es de corazón, la izquierda teta es su aposentamiento, tiende sus rayos a todas partes. Lo segundo, es nuevamente nacido en mi cuerpo, que no pensé jamás que podía dolor privar el seso, como éste hace. Túrbame la cara, quítame el comer, no puedo dormir, ningún género de risa querría ver. La causa o pensamiento, que es la final cosa por ti preguntada de mi mal, ésta no sabré decirte, porque ni muerte de deudo, ni pérdida de temporales bienes, ni sobresalto de visión, ni sueño desvariado ni otra cosa puedo sentir que fuese, salvo alteración que tú me causaste con la demanda que sospeché de parte de aquel caballero Calisto cuando me pediste la oración.
Cuando se celebra la primera entrevista entre los dos amantes, Melibea experimenta todavía durante unos momentos un desdén que no experimenta.
MELIBEA: La sobrada osadía de tus mensajes me ha forzado a haberte de hablar, señor Calisto, que habiendo habido de mí la pasada respuesta a tus razones, no sé qué piensas más sacar de mi amor de lo que entonces te mostré. Desvía estos vanos y locos pensamientos de ti por que mi honra y persona estén, sin detrimento de mala sospecha, seguras. A esto fue aquí mi venida, a dar concierto en tu despedida y mi reposo. No quieras poner mi fama en la balanza de las lenguas maldicientes.
Después, ya totalmente dominada por su amor, se vuelve tan excesiva e inconsciente como Calisto.
¡Oh, señor!, ya que ahora soy completamente tuya, deja que te vea públicamente, de día, y de noche te esperaré siempre donde tú quieras, dispuesta al goce con que aguardo las noches que habrán de venir. 
Una vez aceptados sus sentimientos, no hay tormentos ni remordimientos. buscando tan solo la satisfacción de su pasión. Por ello, cuando la desgracia se cierne sobre ella, la única salida posible es la muerte voluntaria. Muerto Calisto, ella renuncia a seguir viviendo.
MELIBEA: Pues ¿qué crueldad sería, padre, mío, muriendo él despeñado, que biviesse yo penada? Su muerte conbida a la mía. Combídame y fuerça que sea presto, sin dilación; muéstrame que ha de ser despeñada por seguille en todo. No digan por mí «a muertos y a ydos». Y assí contentarle he en la muerte, pues no tove tiempo en la vida .
Melibea, anteheroína de dimensiones heroicas, es el personaje que mejor concentra, en el momento de su muerte, la intensidad de la tragedia. En el monólogo de su suicidio, Melibea no manifiesta mala conciencia ni idea alguna de pecado, ni tampoco el consiguiente arrepentimiento; es más, exige y desea ser enterrada junto a Calisto ("sean juntas nuestras sepulturas; juntas nos hagan nuestras obsequias"), lo que no deja de ser un deseo imposible, pues a los suicidas ni se les respetaban las últimas voluntades, ni se les enterraba en sepultura cristiana. 

En cuanto a los padres de Melibea, Pleberio y Alisa, pertenecen al mundo de la clase dominante, nueva oligarquía burguesa y mercantil, firmemente urbana. Pleberio se nos presenta como una especie de constructor, fabricante, comerciante... Alisa se muestra pagada de su riqueza y posición social, y se dedica a especular sobre el matrimonio de su hija, sin haberle consultado apenas. Se complace, además, en ser una madre abnegada y protectora de la honra y buena educación de su hija. Sin embargo, permite que Celestina entre en su casa y se quede a solas con una joven casadera, comportándose como una madre negligente y despreocupada. Al final, cuando sospecha que algún mal le ha sucedido a Melibea, se desmorona: ("¿Es algún mal de Melibea? Por Dios, que me lo digas, porque si ella pena no quiero yo vivir").
Pleberio, al igual que su esposa, actúa igual de confiado e imprudente. Cobra especial importancia en los dos últimos actos, en donde se muestra como padre cariñoso y humano. Cuando oye de la boca de su propia hija cómo ella ha difamado su honra y la de toda la familia, no profiere palabras de indignación ni de represión, sino de cariño. Su vida pierde todo sentido al suicidarse ésta, por lo cual declama el planto final de la obra, un lamento por el poder del amor donde sufre por la soledad y esterilidad a la que le ha condenado el destino tras tanto esfuerzo sin fruto.
PLEBERIO.- ¡Ay, ay, noble mujer! Nuestro gozo en el pozo, nuestro bien todo es perdido. ¡No queramos más vivir! Y por que el incogitado dolor te dé más pena, todo junto sin pensarle, por que más presto vayas al sepulcro, por que no llore yo solo la pérdida dolorida de entrambos, ves allí a la que tú pariste y yo engendré hecha pedazos.

La causa supe de ella; más la he sabido por extenso de esta su triste sirvienta. Ayúdame a llorar nuestra llagada postrimería. ¡Oh gentes que venís a mi dolor! ¡Oh amigos y señores, ayudadme a sentir mi pena! ¡Oh mi hija y mi bien todo! Crueldad sería que viva yo sobre ti. Más dignos eran mis sesenta años de la sepultura que tus veinte. Turbose la orden del morir con la tristeza que te aquejaba. ¡Oh mis canas, salidas para haber pesar, mejor gozara de vosotras la tierra que de aquellos rubios cabellos, que presentes veo! Fuertes días me sobran para vivir, quejarme he de la muerte, incusarle he su dilación

cuanto tiempo me dejare solo después de ti. Fálteme la vida, pues me faltó tu agradable compañía. ¡Oh mujer mía! Levántate de sobre ella y, si alguna vida te queda, gástala conmigo en tristes gemidos, en quebrantamiento y suspirar. Y si por caso tu espíritu reposa con el suyo, si ya has dejado esta vida de dolor, ¿por qué quisiste que lo pase yo todo? En esto tenéis ventaja las hembras a los varones, que puede un gran dolor sacaros del mundo sin lo sentir, o a lo menos perdéis el sentido, que es parte de descanso. ¡Oh duro corazón de padre! ¿Cómo no te quiebras de dolor, que ya quedas sin tu amada heredera? ¿Para quién edifiqué torres? ¿Para quién adquirí honras? ¿Para quién planté árboles? ¿Para quién fabriqué navíos? ¡Oh tierra dura!, ¿cómo me sostienes? ¿A dónde hallará abrigo mi desconsolada vejez? ¡Oh fortuna variable, ministra y mayordoma de los temporales bienes!, ¿por qué no ejecutaste tu cruel ira, tus mudables ondas, en aquello que a ti es sujeto? ¿Por qué no destruiste mi patrimonio? ¿Por qué no quemaste mi morada? ¿Por qué no asolaste mis grandes heredamientos? Dejárasme aquella florida planta, en quien tú poder no tenías; diérasme, fortuna fluctuosa, triste la mocedad con vejez alegre, no pervirtieras la orden. Mejor sufriera persecuciones de tus engaños en la recia y robusta edad que no en la flaca postrimería. ¡Oh vida de congojas llena, de miserias acompañada! ¡Oh mundo, mundo! Muchos mucho de ti dijeron, muchos en tus cualidades metieron la mano, a diversas cosas por oídas te compararon. Yo por triste experiencia lo contaré como a quien las ventas y compras de tu engañosa feria no prósperamente sucedieron, como aquel que mucho ha hasta ahora callado tus falsas propiedades por no encender con odio tu ira, por que no me secases sin tiempo esta flor, que este día echaste de tu poder. Pues ahora, sin temor, como quien no tiene qué perder, como aquel a quien tu compañía es ya enojosa, como caminante pobre que, sin temor de los crueles salteadores, va cantando en alta voz. Yo pensaba en mi más tierna edad que eras y eran tus hechos regidos por alguna orden. Ahora, visto el pro y la

contra de tus bienandanzas, me pareces un laberinto de errores, un desierto espantable, una morada de fieras, juego de hombres que andan en corro, laguna llena de cieno, región llena de espinas, monte alto, campo pedregoso, prado lleno de serpientes, huerto florido y sin fruto, fuente de cuidados, río de lágrimas, mar de miserias, trabajo sin provecho, dulce ponzoña, vana esperanza, falsa alegría, verdadero dolor. Cébasnos, mundo falso, con el manjar de tus deleites; al mejor sabor nos descubres el anzuelo; no lo podemos huir, que nos tiene ya cazadas las voluntades. Prometes mucho, nada no cumples; échasnos de ti por que no te podamos pedir que mantengas tus vanos prometimientos. Corremos por los prados de tus viciosos vicios, muy descuidados, a rienda suelta; descúbresnos la celada cuando ya no hay lugar de volver. Muchos te dejaron con temor de tu arrebatado dejar; bienaventurados se llamarán cuando vean el galardón que a este triste viejo has dado en pago de tan largo servicio.

viernes, 17 de octubre de 2014

Sobre el personaje de La Celestina

Celestina es el personaje más sugestivo de la obra y la protagonista central, no solo por su función en el drama, sino también por el cúmulo de conocimientos y experiencia que atesora y que se revelan en la densidad psicológica de muchos de sus parlamentos. 
Sus conocimientos nacen de una larga experiencia, que le da el dominio de todas las personas y de las situaciones. Pármeno, Areúsa, Melibea caen víctimas del poder de convicción de sus palabras. Con su astucia e inteligencia, posee gran poder sobre las almas, ya que conoce a fondo la psicología de los demás y los controla sin dificultad. Además, Celestina posee una absoluta confianza en el hecho cierto de que la naturaleza humana es corruptible. Ella sabe muy bien que el dinero y la lujuria son los medios más eficaces para estimular y hacer posible cualquier forma de corrupción humana: «Todo lo puede el dinero: las peñas quebranta, los ríos passa en seco; no hay lugar tan alto que un asno cargado de oro no le suba» (III).  
Celestina se configura desde el primer momento como un personaje esencialmente malvado y perverso, «sagaz en cuantas maldades hay», así como estrechamente vinculado a la práctica de la brujería y la lujuria.
Yo te lo diré. Días ha grandes que conozco en fin desta vezindad una vieja barbuda que se dize Celestina, hechicera, astuta, sagaz en quantas maldades hay. Entiendo que passan de cinco mil virgos los que se han hecho y deshecho por su autoridad en esta cibdad. A las duras peñas promoverá y provocará a luxuria, si quiere.
Sus móviles son la codicia, el apetito sexual (que sacia facilitando e incluso presenciando) y el amor al poder psicológico. Representa un elemento subversivo dentro de la sociedad: se siente comprometida a propagar y facilitar el goce sexual. El personaje se nos presenta como un ser complejo: por una parte, es un ser marginado por la sociedad honrada, condenada al delito y al disimulo, cuando no a la brujería; por otra, cumple y ha cumplido una función social importante actuando de medianera para cuantos vicios la sociedad respetable realizaba acogiéndose a sus actos. Antaño fue meretriz, ahora se dedica a concertar discretamente citas amorosas a quien se lo pide al mismo tiempo que utiliza su casa para que las prostitutas Elicia y Areúsa puedan ejercer su oficio. 
Se caracteriza también la Celestina por su gran riqueza lingüística, sus procacidad y sus alusiones obscenas, que contribuyen a configurar la imagen concreta de un personaje complejo. Es un personaje rico en pensamientos y experiencia, lo que le lleva a conquistar con sus parlamentos a todos los personajes, incluso a aquéllos que, en un principio, muestran sus voluntades contrarias.
Así, Celestina trata de corromper a Pármeno reprochándole su inexperiencia en la vida, y seduciéndole con la posibilidad de estimular y satisfacer sus impulsos sexuales. 
CELESTINA.-  Sin prudencia hablas, que de ninguna cosa es alegre posesión sin compañía. No te retraigas ni amargues, que la natura huye lo triste y apetece lo delectable. El deleite es con los amigos en las cosas sensuales, y especial en recontar las cosas de amores y comunicarlas: «Esto hice, esto otro me dijo, tal donaire pasamos, de tal manera la tomé, así la besé, así me mordió, así la abracé, así se allegó. ¡Oh qué habla, qué gracia!, ¡oh qué juegos!, ¡oh qué besos! Vamos allá, volvamos acá, ande la música, pintemos los motes, cante canciones, invenciones y justemos. ¿Qué cimera sacaremos, o qué letra? Ya va a la misa, mañana saldrá, rondemos su calle, mira su carta, vamos de noche, tenme el escala, aguarda a la puerta. ¿Cómo te fue? Cata el cornudo, sola la deja. Dale otra vuelta. Tornemos allá». Y para esto, Pármeno, ¿hay deleite sin compañía? ¡Alahé, alahé! La que las sabe las tañe, éste es el deleite; que lo ál, mejor lo hacen los asnos en el prado.
PÁRMENO.-  No querría, madre, me convidases a consejo con amonestación de deleite, como hicieron los que, careciendo de razonable fundamento, opinando hicieron sectas envueltas en dulce veneno para captar y tomar las voluntades de los flacos, y con polvos de sabroso afecto cegaron los ojos de la razón.
CELESTINA.-  ¿Qué es razón, loco? ¿Qué es afecto, asnillo? La discreción que no tienes lo determina; y de la discreción mayor es la prudencia; y la prudencia no puede ser sin experimento; y la experiencia no puede ser más que en los viejos; y los ancianos somos llamados padres; y los buenos padres bien aconsejan a sus hijos, y especial yo a ti, cuya vida y honra más que la mía deseo. Y, ¿cuándo me pagarás tú esto? Nunca, pues a los padres y a los maestros no puede ser hecho servicio igualmente.
Y en su encuentro con Melibea, una vez que la joven accede a complacer la necesidad de Calisto, que por el momento es un dolor de muelas, Celestina pasa a enumerarle las cualidades y virtudes de su enamorado, comparándolo con una serie de figuras históricas y personajes mitológicos. 
CELESTINA.- ¡Y tal enfermo, señora! Por Dios, si bien le conocieses, no le juzgases por el que has dicho y mostrado con tu ira. En Dios y en mi alma, no tiene hiel; gracias, dos mil; en franqueza, Alejandro; en esfuerzo, Héctor; gesto de un rey; gracioso, alegre, jamás reina en él tristeza. De noble sangre, como sabes, gran justador, pues verlo armado, un San Jorge. Fuerza y esfuerzo no tuvo Hércules tanta. La presencia y facciones, disposición, desenvoltura, otra lengua había menester para las contar. Todo junto semeja ángel del cielo. Por fe tengo que no era tan hermoso aquel gentil Narciso que se enamoró de su propia figura cuando se vio en las aguas de la fuente. Ahora, señora, tiénele derribado una sola muela que jamás cesa de quejar. 
MELIBEA.- ¿Y qué tanto tiempo ha? 
CELESTINA.- Podrá ser, señora, de veintitrés años, que aquí está Celestina, que le vio nacer y le tomó a los pies de su madre. 
MELIBEA.- Ni te pregunto eso ni tengo necesidad de saber su edad; sino qué tanto ha que tiene el mal. 
CELESTINA.- Señora, ocho días, que parece que ha un año en su flaqueza. Y el mayor remedio que tiene es tomar una vihuela, y tañe tantas canciones y tan lastimeras que no creo que fueron otras las que compuso aquel Emperador y gran músico Adriano de la partida del ánima, por sufrir sin desmayo la ya vecina muerte. Que, aunque yo sé poco de música, parece que hace aquella vihuela hablar. Pues, si acaso canta, de mejor gana se paran las aves a le oír que no a aquel Anfión, de quien se dice que movía los árboles y piedras con su canto. Siendo éste nacido, no alabaran a Orfeo. Mira, señora, si una pobre vieja como yo, si se hallará dichosa en dar la vida a quien tales gracias tiene. Ninguna mujer lo ve que no alabe a Dios, que así lo pintó, pues, si le habla acaso, no es más señora de sí de lo que él ordena. Y pues tanta razón tengo, juzga, señora, por bueno mi propósito, mis pasos saludables y vacíos de sospecha
Los antecedentes de esta figura se encuentran en las más antiguas producciones dramáticas. Las obras que más influyen en el personaje de Celestina son El Pamphilus de amore o Comedia de Vetula, y en 
la literatura española, El libro de buen amor y El Corbacho del Arcipreste de Talavera.

Para finalizar, y que se pueda comprender el poder que ejerce sobre los otros personajes con la convicción de sus palabras, escúchese el siguiente parlamento entre ella y Pármeno:




Para un estudio más detenido sobre la psicología del personaje, pinchar el siguiente enlace: ESTUDIO PSICOLÓGICO DE UN PERSONAJE LITERARIO: CELESTINA.

jueves, 16 de octubre de 2014

La Celestina.

Libro a mi entender divino, si encubriera más lo humano.
Cervantes

La obra más interesante del siglo XV, y una de las más logradas manifestaciones de la literatura española, es La Celestina o Tragicomedia de Calixto y Melibea. El personaje que da nombre a la obra figura al lado de las grandes creaciones humanas de todos los tiempos y países, y, junto con Don Quijjote y Don Juan, compone la gran trilogía de tipos universales incorporados por España.
La obra constituyó un auténtico best-seller de la época, ya que se imprimió y vendió por toda Europa, llegando a conservarse más de noventa ediciones antiguas impresas (se ha hablado de la existencia de más de 200 ediciones). Con el título de Comedia vio la luz por primera vez en Burgos en el año 1499, constando inicialmente de 16 actos, pero pronto fue reemplazada por una edición en 21 actos, publicada en Sevilla en 1502 y con el nombre de Tragicomedia. Esta edición fue la que mayor éxito editorial tuvo, suplantando a la otra, que no se volvió a imprimir.

Autoría
De los veinte actos últimos (tomando por base la definitiva redacción que hoy leemos), el autor único e incontestable es el bachiller Fernando de Rojas, «nascido en la Puebla de Montalbán» (Toledo). Así lo declaran unos versos acrósticos puestos al frente del libro, el cual está encabezado con un prólogo del autor, y una carta a un amigo suyo, cuyo nombre no se expresa ("Autor a un su amigo"). En esta epístola introductoria, Rojas nos confirma que continúa un texto de "estilo elegante, jamás en nuestra castellana lengua visto ni oído".
Hasta la fecha, muchas han sido las opiniones sobre si realmente Rojas continuó este primer acto, como él mismo afirma (incluso sugiriendo como posibles autores a Juan de Mena o Rodrigo de Cota), o por el contrario dicha alusión formaba parte de los tópicos literarios, como ocurre en muchas de las obras de ficción de la época, entre ellas las de caballerías. En la actualidad, viendo los significativos cambios de estilo, fuentes, e incluso actitudes, los críticos se han decantado por aceptar la veracidad de la doble autoría, eso sí, sin poder asignar el primer Acto a un nombre concreto. 

Sobre el autor, Fernando de Rojas, pocos datos conocemos. De la fecha de nacimiento podemos conjeturar, a partir de los datos aportados por el propio autor, que podría tratarse de la década de 1470. De su condición intelectual, se sabe que alcanzó el grado de bachiller en Salamanca, y que fue estudiante en derechos (civil y canónico). En el año 1508 tomó posesión de la alcaldía de Talavera de la Reina, según aparece en un libro documentado, ocupando el cargo de alcalde también de letrado. Murió en la misma localidad en el año 1541, según se desprende de su testamento.
Acerca de su condición de judío converso, Stephen Gilman aporta datos que parecen demostrar que su familia fue sometida a un proceso público ante la Inquisición de Toledo en el año 1484. En 1488, cuando el escritor contaba con 12 años de edad, su padre fue detenido y quemado en un auto de fe. Este origen de Rojas explicaría parte de los recelos por darse a conocer como autor, la percepción de la vida como una guerra y el desenlace catastrófico que tanto pesimismo y guerra concita.

Fuentes y género
La Celestina resulta una obra enciclopédica por la compleja encrucijada de fuentes que se encuentran en sus páginas. Además de los escritores de la antigüedad clásica: Ovidio, Horacio, Séneca, Aristóteles y Terencio; se notan pasajes que proceden de las obras latinas medievales de Petrarca y Boccaccio, y de las obras españolas del Arcipreste de Hita, el canciller Ayala, etc. 
Pero el verdadero arquetipo que se observa en la arquitectura de La Celestina debe buscarse en la comedia Pamphilus de Amore , obra anónima del siglo XII que sigue el modelo de la llamada "comedia elegíaca". Su argumento viene a reducirse a la fábula de los amores de un joven llamado Pánfilo y una doncella llamada Galatea, llevados a feliz término por la intercesión de una vieja. La obra gozó de gran éxito en España, cuyo eco podemos encontrarlo en la imitación que hace el Arcipreste de Hita en uno de los episodios más extensos del Libro de buen amor, los amores de doña Endrina y don Melón. El Arcipreste fue el primero en crear el incomparable tipo de vieja (apenas esbozado en el Pamphilus), convirtiéndose "la Trotaconventos en la verdadera abuela de la Celestina" (Menéndez Pelayo).
En cuanto al género, desde antiguo se ha venido cuestionando su condición de obra teatral, considerándola ambiguamente "novela dialogada" o "novela dramática". Pero, como bien objeta Menéndez Pelayo, "si es drama no es novela, si es novela no es drama". El estudioso, en definitiva, considera que, aunque fue concebida para ser leída y no representada, todos sus medios, situaciones y caracteres son dramáticos. De hecho, para sus primeros lectores, La Celestina era unánimemente una obra dramática. La única causa de discusión en aquellos tiempos era su denominación de Comedia en las primeras impresiones, ya que se recordaba que la comedia clásica tenía un final feliz. Tampoco podía llamarse tragedia, ya que aparecían personajes de baja condición social. Por ello, Rojas salió al paso de todas estas opiniones titulando su obra Tragicomedia, valiéndose de un término utilizado por el autor latino Plauto para definir su Anfitrión.
En definitiva, teniendo en cuenta que La Celestina fue escrita para ser leída en voz alta, como leídas eran las tragedias de Séneca o las comedias humanísticas en Italia, la obra fue finalmente encuadrada por la crítica medievalista Mª Rosa Lida de Malkiel dentro del grupo genérico de la "comedia humanística", con la que compartía, además, una serie de rasgos, tales como el uso de la prosa, la división en actos, el argumento de un amor ilícito con intervención de una mediadora, uso inverosímil del aparte y de la concepción fluida del tiempo y el espacio, etc. Llama la atención, sin embargo, el hecho de que Rojas prefiriese el castellano para su comedia, en lugar del latín, lengua habitual en este tipo de composiciones. 

Estructura y argumento
El argumento es muy sencillo; la obra cuenta cómo Calisto, enamorado de Melibea, recurre a los oficios de una vieja alcahueta, Celestina, por consejo de su criado Sempronio (quien se halla en relación amorosa con una pupila de la medianera, Elicia), y en contra del parecer de su criado más joven, Pármeno. Celestina, tras granjearse la simpatía de Pármeno (a cambio de los favores de Areúsa, otra de sus pupilas), consigue el sí de Melibea y, por ello, es recompensada con una cadena de oro. Pero, Sempronio y Pármeno riñen con la alcahueta por su parte en la recompensa, la asesinan y son ajusticiados. En la versión de 1502, Elicia y Areúsa, para vengar a su comadre y a los criados, envían al fanfarrón Centurio, que provocará una pelea callejera frente a la casa de Melibea. Al oír gritos, Calisto, en una nueva cita con ésta, baja por la escala para hacerles frente, pero tropieza y se mata. Desesperada, Melibea se suicida. La obra se cierra con el llanto de Pleberio, padre de Melibea, que lamente la muerte de su hija. 
La división de la obra en 21 actos no tiene ningún significado estructural: la acción puede dividirse en un prólogo y dos partes.
El prólogo: lo constituye el primer acto, donde todo está planteado; entramos de lleno en una situación crítica rápidamente expuesta por el autor: la pasión de Calisto, el desdén de Melibea y la decisión de recurrir a una vieja alcahueta.

La primera parte: de los actos II al XII asistimos a la intervención de Celestina y los criados, sus muertes y la primera noche de amor de los amantes.

La segunda parte: introduce el tema de la venganza de las prostitutas y termina, después del mes de amores y de la segunda noche de amor representada, con la muerte de Calisto, el suicidio de Melibea y el llanto de Pleberio, consumada ya la tragedia.

Espacio y tiempo
En la obra existe una gran libertad en el uso del tiempo y del espacio, motivo por el cual resulta muy difícil su representación en un escenario. El tiempo de la acción no excede de seis días. Sin embargo, teniendo en cuenta las referencias temporales del texto, el tiempo dramatizado ocuparía el lapso temporal de un mes (tiempo durante el cual se desarrollarían los hechos).
En cuanto al espacio, éste es evidentemente urbano, configurado a través de los diálogos de los personajes con sus calles, plazas, iglesias... Sin embargo, no existen referencias específicas a una ciudad en concreto, por lo que se asume que Rojas creó una ciudad arquetípica. Hay, además, muchos escenarios, que cambian rápidamente, pasando de un lugar a otro, llegando incluso a simultanearse dos espacios (en el acto 12). La acción principal tiene lugar en tres casas: la de Melibea, la de Calisto y la de Celestina; destacando la función principal del huerto de Melibea, cuya representación supone una variación del locus amoenus, lugar agradable y propicio para el amor.

Personajes

En La Celestina, Fernando de Rojas crea unos personajes dotados de vida, con profundidad psicológica, que los aleja de los "tipos" tan usuales en la literatura medieval y del momento. Un rasgo común a todos ellos es su individualismo, su egoísmo y su falta de altruismo
Ante los ojos del espectador surge toda la realidad castellana del fines del siglo XV. Los personajes del drama son seres individuales, pero también miembros de un grupo social que está en conflicto, e incluso en guerra soterrada, con otros. Una elemental división nos separa el mundo de los señores (Calisto, Melibea, Alisa y Pleberio) y el de los criados (los demás). Las relaciones entre las dos clases no están idealizadas como acostumbraba a ocurrir en la comedia nueva, por ejemplo. Aquí los sirvientes adulan a sus amos, pero los odian y murmuran de ellos. 

La construcción de los personajes sigue un principio de estructuración; cada criatura escénica presenta puntos de paralelismo y contraste con otros personajes. Así, el mundo de los señores se dibuja con mayor nitidez en la mente del lector gracias a la existencia del mundo paralelo y opuesto de los criados. En ambos grupos los personajes se agrupan por parejas: Calisto y Melibea, Areusa y Elicia, Pármeno y Areusa. Las pupilas de Celestina contrastan con Lucrecia que ha preferido la servidumbre. Pármeno y Sempronio tienen una continuación más joven e ingenua en Sosia y Tristán. Solamente Celestina no tiene correspondencia, ya que constituye el elemento catalizador de la tragedia, al representar el desenfreno vital.

Temas
El amor es el tema determinante, el eje de la obra, el que dicta y suscita el comportamiento de todos los personajes. Los dos únicos personajes que no resultan víctimas del amor son Pleberio y Alisa, los padres de Melibea, pero su papel en la obra es más simbólico que real (son portadores de valores como la paternidad y la moral).
Las doctrinas del amor cortés, que dominaban desde el siglo XII en adelante la poesía amorosa y caballeresca, son parodiadas en La Celestina. Calisto y Melibea aparecen representados en sus amores como dos figuras paródicas, y por tanto ridículas. Calisto no tiene en absoluto la paciencia del amante cortesano, ni guarda el secreto de sus relaciones amorosas, y la divinización de Melibea le lleva hiperbólicamente a convertirla en su "Dios" (religio amoris). Incluso el lenguaje artificioso utilizado por Calisto, muestra de los tópicos del lenguaje amoroso, podría interpretarse como una burla, pues aparentemente no sirve más que para encubrir intenciones y deseos más concretos.

Al lado del amor cortés y entremezclado con él, La Celestina maneja también la doctrina del loco amor, presente en la obra del Arcipreste de Hita. Este amor apasionado no se distingue de la lujuria y es una manifestación auténtica de la locura. Calisto y Melibea, por tanto, una vez que caen en las redes del amor se comportan como seres enajenados. Así, Melibea no vacila en poner en peligro tanto su fama como la de sus padres, introduciendo a su amante de noche en su huerto.
Por último, aparece una concepción del amor basado en la sexualidad. Para Celestina, amor y acto sexual son términos intercambiables, pasando por alto la doctrina ortodoxa, según la cual el acto sexual solo era permisible dentro del matrimonio. 
Como antítesis del goce físico, del deleite mundano, aparece la muerte que todo lo allana. La muerte, omnipresente al final de la obra, deja en el lector una sensación de desolación, de castigo apocalíptico, que parece confirmar la interpretación moral de La Celestina. También la Celestina, con su vejez y actual miseria, actúa como signo premonitorio de la muerte. Su vejez es como una advertencia a todos aquellos que la tratan y rodean.
La intervención de la Celestina hace aflorar también otros temas, como el de la magia o el de la codicia. La magia como arte de persuasión es un tema muy discutido en la obra. Frente a quienes niegan su existencia como tal, considerándola una nota ingenua, característica de la época; otros, como el crítico Peter Russell, la consideran la responsable del cambio psicológico de Melibea, causante de su pasión por Calisto. En la obra, Celestina es denominada hechicera, en referencia a sus artes y sus saberes; aunque también aparecen elementos que pertenecen a la brujería, como sus conjuros demoníacos y su invocación a Satán.
En cuanto a la codicia, es el pecado que lleva a la perdición de los criados. Su final funesto se verá precipitado por la avaricia y su obsesión por el dinero; asesinan a Celestina cuando ésta rechaza compartir sus ganancias con ellos, y, por ello, son ajusticiados en la plaza pública.

Intencionalidad de la obra
En su introducción a la Comedia, Rojas dice que su relato servirá para curar a los enfermos de amor; en los versos que añade en la Tragicomedia, comenta que si el oyente atiende a la historia, no cometerá el mismo error que los enamorados. La Celestina parece estar escrita, según confesión del autor, para advertir a los locos enamorados y ponerlos en guardia frente a la pasión desenfrenada, llevada hasta sus últimas consecuencias. Así, las situaciones inmorales que se pintan, al llevar al desastre a los personajes, poseen una clara finalidad moralizadora.
Sin embargo, hay quienes rechazan la intención moral de la obra, debido al pesimismo y concepción epicúrea de los personajes. Este pesimismo se ha relacionado con la condición de judío converso del autor pero no podemos olvidar que obedece también, de forma indudable, a la época en la que le tocó vivir. El pesimismo nace, en parte, de una sensación de fatalidad que hipoteca cualquier gozo y parece condenarle al fracaso de antemano. La idea de fatalidad está muy presente a lo largo de toda La Celestina, no se niega el amor, no se niega el placer, antes al contrario, se insiste en el poder de su seducción y en la intensidad de los gozos que proporciona. La sensación de tragedia y fatalidad nace en la obra cuando, en los albores del optimismo renacentista, la voluntad de vivir tropieza con la vieja conciencia medieval del castigo vinculado a todo placer.
La Celestina surge en un momento de grandes cambios económicos y sociales. Podría decirse que en toda la obra se nos ofrece un cuadro de la sociedad española del siglo XV, una sociedad laica y urbana, unida por afectos inconfesables donde el deseo de lucro, la búsqueda de placer (sexual en el caso de los amantes) y el individualismo crean una contienda social soterrada entre el mundo de los señores y el de los criados y prostitutas, todos movidos por la búsqueda de sus propios intereses.
Se manifiesta, pues, una nueva concepción de la vida distinta de la medieval cuando, por ejemplo, Calisto rompe los cánones del amador cortés (prudencia, paciencia y amor sublimado), y se convierte en un amante que quiere lograr con rapidez el goce físico de Melibea. O cuando Melibea, antes de lanzarse por la torre, lamenta el no haber podido gozar más del amor. O cuando se mezclan en la obra personajes nobles con personajes plebeyos, de la más baja ralea, y todos conviven juntos para sacar el mayor provecho unos de otros (los criados Sempronio y Pármeno, de Calisto, y viceversa; Lucrecia, de su ama Melibea, y recíprocamente; y Celestina, de todos ellos).
Toda la obra simboliza la transformación de la sociedad medieval, advirtiéndose en Calisto, miembro del nuevo estilo de vida de la clase ociosa; atestiguándose en Pármeno y Sempronio, que rompen los lazos feudales con su señor, a favor de una relación basada sólo en el lucro personal; en las relaciones mantenidas entre Calisto y Melibea, con un amor consumado entre ellos; y en el lamento final de Pleberio, quejándose del mundo injusto en que le ha tocado vivir.
El espacio urbano en el que se desarrolla la obra, esa ciudad arquetípica, condiciona, además, las relaciones sociales cada vez más tensas entre la clase dominante y las clases serviles. En La Celestina los criados no se limitan a ser meras comparsas de los amos, sometidos a sus caprichos, sino que juegan un papel protagonista, pues aspiran a la obtención del placer y a la mejora de su posición social.

Lengua y estilo
La Celestina es un derroche de lenguaje que fluye con asombrosa facilidad de la boca de todos los personajes en un diálogo espontáneo y expresivo, en una técnica que le permite a Rojas explorar en el análisis de los sentimientos y personalidades de los distintos protagonistas. La técnica del diálogo domina de principio a fin en la obra, adecuándose, en gran parte, a la situación cultural y social de cada personaje. Abunda el diálogo con réplicas breves entre los personajes plebeyos, y el diálogo de largas réplicas y artificioso estilo cuando hablan los interlocutores de la clase privilegiada. Así, los diálogos entre Calisto y Melibea reproducen la conversación cortesana y universitaria de la época, amplificada con una carga retórica muy importante; destaca el uso de cultismos, paralelismos, antítesis, juegos de palabras, enumeraciones... El léxico es rico y abundan los latinismos. La tendencia latinizante se muestra también a nivel sintáctico, en el uso del verbo al final de la frase y el hipérbaton.
En cambio, los diálogos en los que intervienen Celestina, los criados y las prostitutas se caracterizan por una verbosidad prolija, con insultos y frases cortas o entrecortadas. Sus coloquios son vivos y punzantes. El lenguaje popular que utilizan evoca un ambiente callejero o de plaza pública, que confiere un aire fresco y espontáneo a los diálogos. En el habla de la Celestina observamos, además, una argumentación basada en una larga retahíla de frases sentenciosas y tópicas, que proceden de una larga tradición de la filosofía popular.
En suma, se pueden distinguir un lenguaje culto y latinizante, cargado de artificios, y un habla popular lleno de refranes y de expresiones vivas. Sin embargo, la separación no es nítida; el uso de los diferentes registros de lenguaje no corresponde de forma absoluta a los estamentos sociales distintos - señores y plebeyos - , sino que se entrecruzan ambas tendencias, dependiendo no solo del emisor,sino también del interlocutor y del asunto tratado (Celestina cambia de registro según el interlocutor ola situación en la que se encuentre). De esta forma, los personajes mezclan alusiones históricas y citasde autoridades, en un estilo culto y retórico; con fórmulas irónicas, vulgarismos y refranes. De todo ellos surge un estilo innovador para la época, que refuerza el efecto de realidad de la obra.
El diálogo se enriquecen, además, con los monólogos, que expresan una subjetividad aguda, y son importantes para revelar conflictos interiores y dibujar caracteres; y los apartes (no acotados), que provienen de la comedia latina de Terencio y que sirven para provocar una complicidad irónica con el espectador, adelantándole información.

Trascendencia de La Celestina
La Celestina ha sido una de las obras que más influencia han ejercido en la literatura española, siendo continuada e imitada en numerosas ocasiones. Su influencia podemos encontrarla en autores como  Lope de Vega (en la Fabia de El caballero de Olmedo) a Shakespeare (en la nodriza de Romeo y 
Julieta).



Para ver un resumen de La Celestina en una adaptación moderna y divertida, pinchad en el siguiente enlace: La Celestina- Grandes Obras Universales.

Para profundizar un poco más sobre los personajes quizás también os interese:

Sobre la Celestina


Sobre Calisto y Melibea

El mundo de los criados

















Bibliografía:
Un "best seller" del Siglo de Oro / Patrizia Botta. La Celestina. Asociación Internacional de Hispanistas.
La Celestina / Patrizia Botta. La Celestina. Asociación Internacional de Hispanistas. 
La Celestina [estudio] / Menéndez y Pelayo, Marcelino. La Celestina. Historiadores de nuestro tiempo.
La Celestina. Razones para tratar esta obra dramática dentro de la novela española. / M. Menéndez Pelayo. La Celestina. Colección Austral.
La Celestina. Apuntesdelengua.com/ blog
La Celestina. Laboticamedieval.blogspot.com
La Celestina del siglo XV. Apuntesdelenguaylit.blogspot.com
La Celestina. Wikipedia